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Si no funciona, innove

Entre enero y junio de 2018, Ciudad del Cabo, en Sudáfrica, estaba al borde de una catástrofe: se acababa el agua. El momento de pánico comenzó el día en que la alcaldesa emitió un comunicado afirmando que en abril se quedarían sin agua por completo. Aunque otras ciudades del mundo han estado cerca de ese mismo destino en los últimos años (en particular, São Paulo y Barcelona), este habría sido el primer colapso total de un sistema de agua urbano en la historia moderna. Se salvaron de milagro gracias a un uso más eficiente (se limitó el consumo a 50 litros diarios por persona) y las lluvias de invierno. Pero el peligro sigue siendo inminente.

Varias localidades de nuestro país viven una situación similar. Es cosa de ver la salida norte de Santiago para darse cuenta que el desierto ya llegó. Basta con mirar las montañas para ver cómo nuestra reserva de agua de emergencia -los glaciares- se extinguen. Un informe publicado por el Instituto de Recursos Mundiales (WRI) señala que 27 países, con Chile en la punta, tendrán un “alto estrés hídrico” en las próximas décadas. Otros estudios muestran que pronto las zonas centro y norte de Chile serán unas de las de mayor escasez de agua en el mundo.

Veo con preocupación cómo la discusión política se centra en el modelo político-económico para incentivar la construcción de plantas desaladoras. Pero falta entender con mayor profundidad el problema. En Chile seguimos botando agua dulce al mar, viendo ríos no canalizados, regando nuestros campos “a la antigua” -con técnicas como las de riego tendido o riego tecnificado ineficiente y sin control real- perdiendo así litros y litros de agua. Para evitar una posible catástrofe hídrica las inversiones en innovación y tecnologías se deben hacer ahora.

Chile tiene una oportunidad aún mayor. Así como somos líderes en la industria del vino, en minería del cobre e incipientemente en generación de energías limpias, tenemos la oportunidad única de transformarnos en referente global en el uso, gestión, reutilización y producción de agua dulce a gran escala. Lo que justamente en Israel han venido haciendo hace más de 50 años, desde la invención del riego por goteo. Hoy Israel tiene más de 180 startups enfocadas en soluciones relacionadas con agua, que han recibido en conjunto más de 300 millones de dólares en inversión privada. Startups como Kendo, enfocada en soluciones de IoT (Internet of Things) y analítica de datos para la gestión y reutilización de aguas servidas, o Watergen que desarrolló una solución para capturar agua desde la humedad del aire. Estas empresas son en gran parte las que ayudan a Israel a enfrentar con éxito su escasez de agua y, al mismo tiempo, transformándolo en un referente a global en este ámbito.

Como alguna vez dijo Deng Xiaoping, “no importa el color del gato, lo importante es que sepa cazar ratones”. En tiempos de crisis eso es lo que Chile necesita. Pragmatismo puro para evitar, con anticipación, que en nuestro país ocurra una crisis como la de Ciudad del Cabo.

Columna originalmente publicada en El Libero, el 14 de octubre de 2019