Chilecia

El sueño de muchos es tener un Estado de bienestar. Como Suecia, el segundo país más innovador del mundo según el Índice de Innovación Global 2019. Tengo amigos suecos. Conversando con ellos aprendí que de socialistas tienen poco. Son líderes en libertad económica y facilidad de hacer negocios. El país invierte el 3,4% de su PIB en I+D, el 60% proviniendo del sector privado. El resultado: una matriz productiva basada en conocimiento. Empresas como Scania, Epiroc, Ikea o las más de 600 startups globales como Skype, Spotify o Happy Socks son el resultado. Por ejemplo uno de estos amigos trabaja en una empresa que produce un microcontrolador que se utiliza en todas las pantallas LED del mundo. Son capaces de producir bienes de muy alto valor que, a esas empresas, les permite pagar sueldos que son al menos 40 veces el sueldo mínimo de Chile. En promedio, los suecos pagan el 32% de sus ingresos en impuestos, mas el 30% en gastos sociales (pensión y seguro médico). Qué reciben a cambio: salud, educación y servicios públicos de alta calidad gracias a un Estado eficiente. Incluso emprender en Suecia es más fácil. Si te va mal, no estarás solo. El Estado te protege. El riesgo se asume de forma colectiva, porque tienes asegurado lo básico.

El problema de fondo, que muchos hemos venido señalando hace tiempo, es que seguimos dependiendo de commodities y no de conocimiento

Suecia es uno de los países que más invierte en educación (sobre el 8% del PIB). Los profesores son la clave. Se especializan profundamente en los temas que enseñan. El resultado es que forman capital humano preparado para emprender y crear las industrias del futuro. A modo de ejemplo, tienen más de 7.200 investigadores por millón de habitantes. El 72% trabaja en el sector privado, una de las tasas más altas del mundo.

Si solo seguimos exportando manzanas y cobre seguiremos siendo un país pobre. Si seguimos poniendo trabas al emprendimiento, marcando al emprendedor que fracasa, no castigando severamente la colusión que impide la entrada de nuevos actores, los sueldos miserables, la salud pública precaria y pensiones bajas van a continuar. Con el avance de la tecnología esto sólo se va a acentuar. El problema de fondo, que muchos hemos venido señalando hace tiempo, es que seguimos dependiendo de commodities y no de conocimiento. Se requiere un pacto de fondo entre la empresa, las universidades y el Estado para realmente invertir en innovación. No es posible un Estado de bienestar sin un sector privado innovador y próspero y sin un nivel de educación muy superior al actual. Los países desarrollados lo son porque alguna vez decidieron invertir (en serio) en educación e innovación. No al revés.

Columna de opinión publicada originalmente en El Líbero